miércoles, 29 de diciembre de 2010

Un regalo de fin de año...

Al llegar diciembre empieza la locura por las compras de los regalos de Navidad. Los shoppings, las calles comerciales, los locales de barrio están llenos de gente amontonada que intenta conseguir un obsequio para la mamá, el primo lejano, el cuñado, la sobrina, la amiga y el marido de la tía abuela. Nos altera y pone de malhumor comparar regalos para tanta gente pero, no podemos negar que a todos nos encanta recibirlos. Es por ello que, pensando en la alegría que despierta este hecho en el agasajado, queremos hacerles un pequeño presente a todos ustedes, nuestros lectores y seguidores del blog.

Como tampoco disfrutamos salir de compras, pensamos en obsequiarles algo intangible, útil y fácil de compartir: una pequeña reflexión.

Es habitual, cuando se acerca fin de año, hacer un balance. Solemos confeccionar el listado mental con todo lo bueno y lo no tan bueno que vivimos en los pasados 365 días con la intención de…de...¿de qué? De brindar por lo positivo o de reconfirmar lo ya sabido: que no fue un buen año y desear que el próximo sea mejor. Basándonos en esta práctica generalizada de hacer el debe-haber de nuestra vivencia anual, queremos proponerles que, al momento de realizarlo, vayamos más allá. Les sugerimos no quedarnos en lo bueno o lo malo que nos sucedió, sino intentar descubrir por qué nos pasó lo que nos pasó, valga la redundancia. Sabemos que hay hechos externos que no podemos controlar pero, consideramos que es valioso reflexionar sobre todos aquellos sucesos sobre los cuales si podríamos haber tenido cierta injerencia. Analizando las consecuencias de nuestras acciones, podemos generar un interesante aprendizaje. Si los resultados que obtuvimos no fueron los buscados, es probable que hayamos cometido algún error en el camino. Es importante poder desarrollar la habilidad de reconocer nuestras “metidas de pata” para, justamente, aprender e intentar evitarlas en el futuro. La frase Errar es humano, no debe utilizarse como excusa para justificar nuestra acciones sino como puntapié para reconocer los errores e intentar no repetirlos. ¿Para qué? ¡Para mejorar! Porque todos podemos ser mejores personas, profesionales, padres, hijos, hermanos, maridos, concubinos, amigos…Solamente es necesario proponérselo y hacer el intento.

Por ello, estimados lectores, nuestros deseos para estas fiestas son: que podamos aprender de los errores cometidos y que, en el 2011, la vida nos brinde la posibilidad de enfrentarnos a nuevas y desconocidas experiencias, para volver a equivocarnos y continuar reflexionando, aprendiendo y ¡mejorando!

Mariana Urbancic
Licenciada en Relaciones del Trabajo de la Universidad de Buenos Aires.