lunes, 5 de octubre de 2009

Las Emociones y Las Organizaciones

Hace poco leí una nota que contaba que el enojo era una de las emociones más frecuentes habitadas por las personas dentro del ámbito laboral. Esa fue la conclusión a la que arribo un congreso mundial de inteligencia emocional que se desarrollo semanas atrás en España. Según estudios allí presentados solo el 19 % de los empleados desarrolla con alegría su trabajo y el 53 % lo hace enojado, con enfado.
Alguna vez, probablemente, todos hemos escuchado quejas o nos hemos quejado en nuestro trabajo. Cuantas veces nos sucede que pedimos algo que genera enojo al otro. Nos dicen: ¿Lo necesitas ahora? ¿Qué querés? Dejando ver la mejor cara de enojo o bien intentando disimularla. Podemos haber sentido enojo hacía algún cliente interno o externo, un proveedor que no cumple. Nos sentimos enojados con un compañero cuando no comprende lo que le estamos explicando. Cuando necesitamos alcanzar junto a otro algún objetivo y parece que no perseguimos el mismo. Se hace tarde para la entrega del algún proyecto y sentimos que todo va más lento, desde la tecnología hasta las personas. Eso realmente nos enoja.
Puedo nombrar algunos sinónimos de enojo, algunas palabras que nos connotan lo mismo y nos trasladan al enojo: Irritados, molestos, enfurecidos, exaltados, indignados, sacados, disgustados, con furia y con rabia.
La palabra enojo es definida en el diccionario de la Real Academia Española cómo “un movimiento del ánimo que suscita ira contra alguien.” Estas últimas palabras nos permiten pensar que cuando nos sentimos enojados, estamos enojados con alguien. A veces este alguien se puede convertir en nosotros mismos. Alguna vez todos nos hemos enojado con nosotros mismos. Tal vez por sentirnos culpables de algo, porque algo no salio como lo esperábamos o lo planificamos.
Sea de la forma que sea, transitar el enojo, aunque suene una obviedad “es humano”. Pero que se convierta en un hábito el sentirnos enojados o bien un estado de animo muy frecuente, no nos hace nada bien, no puede ser sano para ninguna persona.
Me gustaría citar algunas palabras de David R. Caruso, Profesor de la Universidad de Yale, Psicólogo de directivos y autor del best seller “El directivo emocionalmente inteligente”. "Las emociones son inteligentes, vitales, para tomar buenas decisiones" "Cómo te sientes tiene mucho que ver con cómo ves el mundo"
Rafael Echeverría, autor chileno del libro “ Ontología del lenguaje” en esta misma línea también plantea que las emociones nos predisponen para la acción, afectan nuestro desempeño y contribuyen a definir lo que es posible y no para nosotros. Las emociones son contagiosas, se vinculan con el tiempo y el espacio. Y lo que es más importante conocer, es que todos tenemos un repertorio emocional que hemos aprendido.
El modo en que nos sentimos puede generar resultados, es a partir de nuestras emociones que nos relacionamos con los otros, es la imagen que dejamos en el otro de nosotros mismos, pero principalmente nuestras emociones son vehículo de todas nuestras acciones.
Hemos escuchado alguna vez la frase: Cuando me siento bien, parece que las cosas nos salieran bien. Hoy parece que el día esta contra mí, todo me sale mal. ¿Que hay de cierto en todo esto?
El enojo es la emoción que impera en el mundo laboral. Caruso plantea que “esta situación se podría corregir con líderes emocionalmente inteligentes, es decir, aquellos que se entienden a sí mismos, entienden a los demás y saben gestionar las emociones propias y ajenas, además de conocer las causas que las provocan. Así se produce una clara mejora en el trabajo en equipo en las organizaciones.” ¿Suena difícil y maravilloso a la vez no?
¿Nos podemos proponer cambiar nuestras emociones? La respuesta es que “es posible”. Pasar del enojo a la alegría, al positivismo por arte de magia no será nada fácil. Lo que si podemos intentar es probarnos. En aquellos momentos donde el enojo nos invade podemos movernos de lugar, salir a caminar, escuchar música, cambiar la postura corporal en la que nos encontremos, respirar profundo o cualquier cosa que parezca que nos hace bien.
Nuestras palabras, nuestro cuerpo, nuestra mirada, nuestros gestos y todo lo que hacemos casi sin tener conciencia de ello, genera contexto y tiene impacto sobre los otros y sobre el mundo en que vivimos.
Si logramos enojarnos menos con el otro y también con nosotros mismos vamos a dar paso a otras emociones que nos ayuden a crear realidades tal vez, impensadas.

Cecilia I. Semar, Lic. en Psicología, Universidad de Buenos Aires.

No hay comentarios: