
La Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad, realizada en el período 2002-2003 por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, tuvo por objetivo relevar información sobre el desenvolvimiento de las personas con capacidades diferentes en la vida cotidiana. Dicho estudio reveló que 7,1 % de la población total de Argentina (2.176.123 personas) padece algún tipo de discapacidad. El 41 % de esta población la conforman personas en edad laboral (de 15 a 64 años). El informe evidencia que solo el 25 % de la misma tiene empleo, de los cuales el 42,5 % trabaja por cuenta propia y únicamente el 47,5 % se desempeña como obrero o empleado. ¿Cuál es el motivo que conduce a que las organizaciones se resistan a emplear personas con capacidades diferentes? ¿Por qué los discapacitados no tienen igualdad de oportunidades para acceder, conservar y progresar en un empleo? Dichos interrogantes pueden tener múltiples respuestas: desde falta de planes de educación/formación para poder competir en el mercado laboral y deficientes políticas gubernamentales de promoción de empleo hasta barreras arquitectónicas y falta de tecnología adaptada en materia de comunicaciones. Sin embargo, todas estas respuestas están teñidas de una realidad que las determina y fundamenta: los prejuicios y el miedo a lo diferente.
En diciembre de 2004 el Banco Mundial definió a la discapacidad como “el resultado de la interacción entre personas con diferentes niveles de funcionamiento y un entorno que no considera estas diferencias. En otras palabras, personas con limitaciones físicas, sensoriales o mentales son a menudo discapacitadas no por una condición de diagnóstico sino porque se les restringe el acceso a la educación, los mercados laborales y los servicios públicos. Esta exclusión conduce a la pobreza y, como en un círculo vicioso, la pobreza conduce a más discapacidad, porque aumenta la vulnerabilidad de las personas a la desnutrición, la vivienda digna y las condiciones de trabajo.” El trabajo, además de ser un medio de expresión de las habilidades de las personas, es un vehículo para afirmar la identidad y encontrar un lugar de pertenencia en la sociedad. Es esencial, para que podamos construir una humanidad justa y equitativa, asumir nuestra responsabilidad individual en la aceptación de las diferencias y en el fomento de la inclusión de las personas con capacidades diferentes.
Mariana Urbancic, Licenciada en Relaciones del Trabajo de la Universidad de Buenos Aires.
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